El casco, que hasta hace poco sólo utilizaban los profesionales de la competición, empieza a ser más habitual en las estaciones, pero su uso aún es anecdótico entre los adultos. Todavía está considerado superfluo y prescindible, aunque puede evitar lesiones graves.
Entre los niños la cosa cambia gracias a las campañas de concienciación. Este invierno la utilización del casco entre los más pequeños, de 6 a 12 años, ha aumentado mucho y el alquiler de este elemento de seguridad se ha convertido en un hecho normal.
Entre los esquiadores/snowboarders adultos el casco sólo lo utilizan practicantes muy concienzudos o veteranos esquiadores, que conscientes de la masificación de las pistas quieren protegerse de alguna colisión fortuita.
Al comprar un casco conviene probarse varios modelos para elegir el que mejor se adapta a nuestra cabeza. La talla se escoge según el contorno de la misma y una vez puesto no debemos sentir presión en la cara. Los modelos varían segun sus características, composición y uso.
Hay diferentes elementos que nos pueden ayudar: el tipo de ventilación, el enganche del que dispone para gafas, si sus orejeras son movibles o no y/o la posibilidad de incorporar algún protector de barbilla, como en los cascos de competición de eslalon.
Por último, hay que tener en cuenta el tipo de homologación del casco: es importante que disponga de la homologación CE como mínimo.
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