Cuando vimos las primeras imágenes de las sedes olímpicas de Pekín 2022 nos sorprendió que solo hubiera nieve en las pistas, pero pensamos que era un invierno seco, sin precipitaciones y que la organización había tenido que tirar de talonario para innivar todo el dominio, pero cuando supimos la realidad, nos cayó el alma al suelo y es que en esta remota y despoblada región, apenas nieva, eso si hace mucho frío.
La idea de crear una estación de esquí desde cero, con nieve de cañón y que tiene un futuro nada claro solo se le puede ocurrir a alguien que no ame el deporte de invierno.
Otro punto triste es la falta de ambiente, la precariedad de las instalaciones, todas ellas desmontables que dan la impresión que en cuanto acaben los juegos, se moverán a otro sitio, volviendo la zona al olvido.
La realidad es que se nos vendió que la solución de estos juegos podría se exportada a todo el mundo, se podrían hacer juegos olímpicos en el Teide o en el Etna, pero la realidad es que allí se mantiene la nieve gracias a las bajas temperaturas y pueden hacer nieve fresca casi siempre que les plazca, pero es porqué tienen temperaturas muy bajas, pero que sin ellas ya sabemos que ni en una estación de esquí se puede hacer nieve ni mucho menos mantenerla en buenas condiciones, pero además está el enorme gasto eléctrico que conlleva fabricar toda la nieve de una estación.
Tenemos que ser conscientes de que el clima es caprichoso que un año caen metros de nieve y otros tenemos una sequía como la de este año, o incluso peor, hay que apostar por zonas con temperaturas medias bajas, con incidencia solar baja y que no tengan muchos cambios de temperatura durante el invierno.
Si en los Pirineos queremos organizar unos juegos olímpicos no tenemos que llevarnos por el afán de protagonismo que ha movido a los responsables Chinos sino buscar una propuesta de nivel humano, que beneficie a las zonas dónde se disputen las competiciones pero sobretodo buscando un uso extendido durante el año de las infraestructuras, desestacionalizando las estaciones y buscando un uso lógico e inteligente de los recursos, hay que mirar más allá del 2030 o el año en que se celebren los juegos.
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